lunes, 11 de enero de 2021

"Big Tech" y libertad de expresión.

Refiriéndome al específico caso del bloqueo de las cuentas de redes sociales (Facebook, Twitter, Instagram) de Donald Trump, debo decir que, personalmente, no comparto esa decisión así el discurso político del presidente de EE. UU. no sea de mi preferencia. Sustento mi postura en varias razones: porque Trump no es un ciudadano cualquiera, porque lo que él dice tiene relevancia política, social y económica en ese país y a nivel internacional, y porque un veto a las cuentas de Trump, o de cualquier otro líder político o servidor público (sea de derecha o de izquierda), afecta su derecho de libertad de pensamiento y expresión así como el de los ciudadanos del común, incluyendo el de sus opositores, además de comprometer la memoria histórica que se lega a las futuras generaciones. Veamos.

En primer lugar, Trump es el presidente de los Estados Unidos de América y sus alocuciones o publicaciones, así sean consideradas por muchos como divisivas, tendenciosas, falsas o políticamente incorrectas son de interés público, ora porque ayudan a predecir la línea de acción política o económica de su gobierno, permitiendo con ello a los ciudadanos o a otros líderes anticipar una respuesta en un contexto valorado como conflictivo, adverso o favorable (por ejemplo, en materia de salud pública con la posición del presidente frente al alcance y magnitud del coronavirus, o en otros temas como la inmigración o el cambio climático), ora porque permite a cualquiera con acceso a redes sociales pronunciarse sobre esos discursos, contribuyendo con ello a alentar el debate público en temas de interés social.

 Ahora, si el mensaje difundido por el líder político (presidente, congresista, alcalde, etc.) en sus redes sociales, es una expresa incitación a la violencia, la compañía tecnológica podría advertir a los lectores sobre su contenido o, en un caso extremo, considerar la eliminación de la publicación, pero de ninguna manera debería motivar el bloqueo de sus cuentas, menos si se basa en presunciones sobre lo que puede publicar esa persona en un futuro, como sucedió con el argumento que fundamentó la suspensión indefinida de la cuenta de Twitter de Trump de existir un “riesgo de mayor incitación a la violencia". ¿Twitter puede anticipar lo que escribirá alguien en su cuenta? ¿Las consecuencias o reacciones que tienen ciertas publicaciones no pueden hacerle cambiar de idea a sus autores sobre lo que escribirán en un futuro? De hecho, al ver la respuesta política, institucional y ciudadana dada por la toma del Capitolio por parte de seguidores de Trump, el mismo presidente se vio obligado a prometer una “transición ordenada” e hizo un llamado a la “reconciliación”. ¿Ese discurso tardío de Trump debe excusarlo de responsabilidad política o jurídica? Seguramente no y eso es lo que se está viendo en Estados Unidos con el llamado a un ‘impeachment’ contra el presidente, pero sus palabras permiten advertir que tras la toma del capitolio no hubo otra invitación a la ‘resistencia’ o una expresa incitación a la violencia. Ninguna autoridad, empresa o persona puede responsabilizar y, por lo tanto, censurar o castigar a otra por actos que no ha realizado, bajo el inicuo pretexto de que seguramente incurrirá en ellos en un futuro.

 Por otra parte, tenemos que el bloqueo de las cuentas de redes sociales de Trump nos priva no solo de su mensaje (lo comportamos o no), sino del pensamiento de miles de personas que lo responden, incluyendo el de sus opositores, algo necesario para tener un criterio fundado. Las redes sociales cambiaron el discurso político, lo que alguien publica hoy no puede verse aislado de los comentarios de sus seguidores, la opinión de uno se puede interpretar mejor con la información dada por otro o, en otras palabras, lo que yo digo en redes se complementa con lo comentado por uno de mis ‘amigos’ o ‘seguidores’. Cuando leo una publicación de Trump, Uribe o de Petro, suelo ver las respuestas de quienes los siguen, encontrándome muchas veces con comentarios mordaces, hilarantes, o informados que amplían mi perspectiva sobre el asunto, al punto que termino siguiendo las cuentas de algunas de esas personas o me motivo a profundizar más sobre temas tratados en esos comentarios en respuesta a la publicación original. Al suspender definitivamente esas cuentas, las “Big Tech” (grandes empresas tecnológicas) me impiden leer lo que piensan personas críticas, o percatarme de la debilidad de los argumentos de quienes siguen al líder político, o que otros lean lo que quiero responderle al titular de la cuenta de la red social, lo cual menoscaba el debate democrático sobre asuntos de interés y reduce la posibilidad de ejercer un mayor escrutinio ciudadano respecto de esa figura pública. Bloquear esas cuentas también implica secuestrar nuestra propia opinión, pues se proscriben los comentarios que hacemos en ellas y, en el caso colombiano, me atrevería a decir que también afectaría un ‘foro público’ como lo es el espectro electromagnético, bien de uso público de propiedad de la nación, necesario para que esas empresas tecnológicas puedan ofrecer sus servicios.

 Finalmente, suspender las redes sociales de Donald Trump, o eventualmente de otros personajes como Ávaro Uribe, Gustavo Petro, Sergio Fajardo, María Fernanda Cabal, Jorge Enrique Robledo, etc., lesiona gravemente la memoria histórica de un pueblo. Las futuras generaciones de historiadores y nuestros propios descendientes seguramente acudirán a las redes sociales para reconstruir el origen, evolución y ocaso de determinado régimen político y, si no pueden acceder a ellas, se les privará de una valiosa fuente de información para apreciar y valorar su impacto en una buena parte de la sociedad

 

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