"Big Tech" y libertad de expresión.
Refiriéndome al específico caso del bloqueo de las cuentas de redes
sociales (Facebook, Twitter, Instagram) de Donald Trump, debo decir que,
personalmente, no comparto esa decisión así el discurso político del presidente
de EE. UU. no sea de mi preferencia. Sustento mi postura en varias razones:
porque Trump no es un ciudadano cualquiera, porque lo que él dice tiene
relevancia política, social y económica en ese país y a nivel internacional, y
porque un veto a las cuentas de Trump, o de cualquier otro líder político o
servidor público (sea de derecha o de izquierda), afecta su derecho de libertad
de pensamiento y expresión así como el de los ciudadanos del común, incluyendo
el de sus opositores, además de comprometer la memoria histórica que se lega a
las futuras generaciones. Veamos.
En primer lugar, Trump es el presidente de los Estados Unidos de América
y sus alocuciones o publicaciones, así sean consideradas por muchos como
divisivas, tendenciosas, falsas o políticamente incorrectas son de interés
público, ora porque ayudan a predecir la línea de acción política o económica
de su gobierno, permitiendo con ello a los ciudadanos o a otros líderes
anticipar una respuesta en un contexto valorado como conflictivo, adverso o
favorable (por ejemplo, en materia de salud pública con la posición del
presidente frente al alcance y magnitud del coronavirus, o en otros temas como
la inmigración o el cambio climático), ora porque permite a cualquiera con
acceso a redes sociales pronunciarse sobre esos discursos, contribuyendo con
ello a alentar el debate público en temas de interés social.
Ahora, si el mensaje difundido por el líder político (presidente,
congresista, alcalde, etc.) en sus redes sociales, es una expresa incitación a
la violencia, la compañía tecnológica podría advertir a los lectores sobre su
contenido o, en un caso extremo, considerar la eliminación de la publicación,
pero de ninguna manera debería motivar el bloqueo de sus cuentas, menos si se
basa en presunciones sobre lo que puede publicar esa persona en un futuro, como
sucedió con el argumento que fundamentó la suspensión indefinida de la cuenta
de Twitter de Trump de existir un “riesgo de mayor incitación a la
violencia". ¿Twitter puede anticipar lo que escribirá alguien en su
cuenta? ¿Las consecuencias o reacciones que tienen ciertas publicaciones no
pueden hacerle cambiar de idea a sus autores sobre lo que escribirán en un
futuro? De hecho, al ver la respuesta política, institucional y ciudadana dada
por la toma del Capitolio por parte de seguidores de Trump, el mismo presidente
se vio obligado a prometer una “transición ordenada” e hizo un llamado a la
“reconciliación”. ¿Ese discurso tardío de Trump debe excusarlo de
responsabilidad política o jurídica? Seguramente no y eso es lo que se está
viendo en Estados Unidos con el llamado a un ‘impeachment’ contra el
presidente, pero sus palabras permiten advertir que tras la toma del capitolio
no hubo otra invitación a la ‘resistencia’ o una expresa incitación a la
violencia. Ninguna autoridad, empresa o persona puede responsabilizar y, por lo
tanto, censurar o castigar a otra por actos que no ha realizado, bajo el inicuo
pretexto de que seguramente incurrirá en ellos en un futuro.
Por otra parte, tenemos que el bloqueo de las cuentas de redes sociales
de Trump nos priva no solo de su mensaje (lo comportamos o no), sino del
pensamiento de miles de personas que lo responden, incluyendo el de sus
opositores, algo necesario para tener un criterio fundado. Las redes sociales
cambiaron el discurso político, lo que alguien publica hoy no puede verse
aislado de los comentarios de sus seguidores, la opinión de uno se puede
interpretar mejor con la información dada por otro o, en otras palabras, lo que
yo digo en redes se complementa con lo comentado por uno de mis ‘amigos’ o
‘seguidores’. Cuando leo una publicación de Trump, Uribe o de Petro, suelo ver
las respuestas de quienes los siguen, encontrándome muchas veces con
comentarios mordaces, hilarantes, o informados que amplían mi perspectiva sobre
el asunto, al punto que termino siguiendo las cuentas de algunas de esas
personas o me motivo a profundizar más sobre temas tratados en esos comentarios
en respuesta a la publicación original. Al suspender definitivamente esas
cuentas, las “Big Tech” (grandes empresas tecnológicas) me impiden leer lo que
piensan personas críticas, o percatarme de la debilidad de los argumentos de
quienes siguen al líder político, o que otros lean lo que quiero responderle al
titular de la cuenta de la red social, lo cual menoscaba el debate democrático
sobre asuntos de interés y reduce la posibilidad de ejercer un mayor escrutinio
ciudadano respecto de esa figura pública. Bloquear esas cuentas también implica
secuestrar nuestra propia opinión, pues se proscriben los comentarios que
hacemos en ellas y, en el caso colombiano, me atrevería a decir que también
afectaría un ‘foro público’ como lo es el espectro electromagnético, bien de
uso público de propiedad de la nación, necesario para que esas empresas
tecnológicas puedan ofrecer sus servicios.
Finalmente, suspender las redes sociales de Donald Trump, o
eventualmente de otros personajes como Ávaro Uribe, Gustavo Petro, Sergio
Fajardo, María Fernanda Cabal, Jorge Enrique Robledo, etc., lesiona gravemente
la memoria histórica de un pueblo. Las futuras generaciones de historiadores y
nuestros propios descendientes seguramente acudirán a las redes sociales para
reconstruir el origen, evolución y ocaso de determinado régimen político y, si
no pueden acceder a ellas, se les privará de una valiosa fuente de información
para apreciar y valorar su impacto en una buena parte de la sociedad
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